11 de marzo de 2014

A nadie

Por Diego Karnoubi


Si lloran las hojas, o los árboles en el asfalto atraviesan y rompen al mismo hombre en cien cuartos de pedazos enfermos de posesión y brillo, y ser anhelo, cantando hacia todos y nunca hacia uno mismo al decir que yo logré lo que nadie ha logrado, aunque nada por orgullo o por sonrisa ni el descanso del silencio o la compañía, no como observando, observar como un gato a la orilla del mundo susurrando su vida, dejando que su ausencia sea todo, su pulso la caricia del viento, su murmullo compañía de la luz que en amaneceres comparte. Pero no se parece, nunca, se pretende, siquiera lo pretenden. Secos admiran los actos de arrojo, el que pisa más fuerte, el que habla más claro, el que ocupa más espacio... Mientras, a veces, unos pocos en puñado o racimo se adentran en las cuevas del alma a preguntar si algo han dejado en este mundo, un espacio para que que crezca una Gerbera, una gota para humedecer la tierra, una sonrisa pasajera que acompañe a los valientes en la expedición a la nada misma que a nadie le importa, pero aún así se llevará sus vidas por última vez.