6 de junio de 2012

Por Diego Karnoubi

Si hubiera una manera de esconder la cabeza, y junto con ella el cuerpo, y junto con él la mirada. Un indicio de indiferencia, de paciencia, de mala educación al voltear la mirada para esperar nada más que nada y que suficiente sea ese vacío. Quisiera encontrar la vereda en silencio y el silencio también callado, austero, dificultoso y perseverante. Y morir los sueños en un lugar protegido adonde nadie pueda lastimar mis ilusiones, pues ya sin ellos poco quedará en mi ánimo desbordado. Al fin, después de saber quien soy y aquello que pensaban de mi forma de esperar, podré despedirme en soledad para que puedan retomar sus pensamientos y volver a vivir las sonrisas que por mis manos dejé escapar.