19 de marzo de 2014

Y cada tanto....



Dame una nota y te regalo la riqueza. Dejame un solo abrazo, y sos libre de creer en su estúpida arrogancia. Este mundo que me rodea está lleno de gente que ha pasado, gente que inclusive se ha quedado a compartir cada día. El mundo que prefiero es el de quienes cambian su vida por la tuya en el momento preciso por más que exijan la eternidad cuando no hay mayores improbables.

Mañana, cuando amanezca pensando en entristeceres sabré responder al menos mi fracaso. Puesto que es claro que fracasé en el provecho, y nunca más cierto que acerté en tu sonrisa.





11 de marzo de 2014

A nadie

Por Diego Karnoubi


Si lloran las hojas, o los árboles en el asfalto atraviesan y rompen al mismo hombre en cien cuartos de pedazos enfermos de posesión y brillo, y ser anhelo, cantando hacia todos y nunca hacia uno mismo al decir que yo logré lo que nadie ha logrado, aunque nada por orgullo o por sonrisa ni el descanso del silencio o la compañía, no como observando, observar como un gato a la orilla del mundo susurrando su vida, dejando que su ausencia sea todo, su pulso la caricia del viento, su murmullo compañía de la luz que en amaneceres comparte. Pero no se parece, nunca, se pretende, siquiera lo pretenden. Secos admiran los actos de arrojo, el que pisa más fuerte, el que habla más claro, el que ocupa más espacio... Mientras, a veces, unos pocos en puñado o racimo se adentran en las cuevas del alma a preguntar si algo han dejado en este mundo, un espacio para que que crezca una Gerbera, una gota para humedecer la tierra, una sonrisa pasajera que acompañe a los valientes en la expedición a la nada misma que a nadie le importa, pero aún así se llevará sus vidas por última vez.

Que puedo decir

Por Diego Karnoubi


Pensando en bravura, en valentía, en coraje. Tratando de saber si fui algo diferente o nací así, desencajado. Buscando un lugar, hurgando en los segundos de la historia, preguntándome si mi desconfianza en tanta palabra es por carencia de honestidad o es tan flojo el creer mío en las voces, que ya ni siquiera reconozco lo insípido de lo dulce.

Descreo, primero y como siempre y como antes; no creo ni creía, como fue y sigue siendo. Ya no valoro ni vale ni siquiera la cordura del después de aceptar que todos huyen despavoridos. Ya no creo en los maestros. Ya no espero en las esquinas. Ni sueño anocheciendo amaneceres. Ni pasos se escuchan. Pero después, cuando tus ojos me recuerdan a tus ojos; que puedo decir; a veces sé que hay cosas tan lindas.