Por Diego Karnoubi
Cuál será el fin de cada palabra, cuál el de los días, que objetivo cumpliremos y cumplirá lo que digamos. De qué habremos de retractarnos, a qué le temeríamos hacerlo, en dónde estaremos acertados y cuanto de todo eso no sabremos ni en cien vidas.
Quizás, con esta imposible necesidad de contar las cosas se me esté olvidando alguna verdad a no ser que me disponga a escribir la verdad en su más pura esencia. Pero descubro en este quizás dudoso que si así fuera no habría mucho que decir, que no tengo demasiadas verdades que contar. Puedo hablar de personas. Están los que alguna vez estuvieron, algunos a los que quiero y otros a los que no tanto pero sigo sintiendo que necesito de ellos para poder contar mi historia.
También hay gente que parece estar cerca. Están los que me quieren. Están los que sonríen cuando me miran y eso me gusta. A veces son los mismos a los que yo quiero; otras de esas veces tal vez. También puedo hablar de otras cosas, de lo que podría ser, de lo que quisiera que sea, de lo que sucede a mi alrededor. Como decir que es de mañana; que hoy llueve. Y también que están tus ojos repletos de significado. Que te espero en cada esquina. Y si de verdades se trata debería decirte que te quiero en cada espacio y que te pienso en cada pensamiento. No mucho más puedo decir de lo que pasa en mi entorno debido a mi empecinada memoria que se dedica a olvidar cada acto. Y tal vez eso sea todo, el verdadero motivo de las letras que se convertirán en la memoria escrita de mi vida... entonces será... tu forma de mirar, todo lo que quisiera que sea, el amor que te tengo y un manojo de verdades más que me explican en el mapa, me señalan, y no hay nada que pueda hacer para evitarlo.