10 de enero de 2016

Vacías

Por Diego Karnoubi


La pendiente, profunda blanda sugerente, inclinación de aquí hacia allá mirando al sur adonde estaba todo aquello que quería, adonde tal vez siga estando, de otra forma, sin color, sin el olor que es lo que más pesa a la hora de borrar todo recuerdo pegoteado a los órganos, agarrado como se agarra un gato cuando se aferra a cualquier cosa que quiera aferrarse. Básicamente estoy cansado, y es más, hace unos días que mientras viajaba en el auto abrí la ventana y dejé que te volaras con una ráfaga violenta de aire caliente. De esos treinta y pico de grados ventosos queda la sensación iracunda de cuando te arrebatan algo que te costaba abandonar pero sabías que ya no lo usabas, o que ya no te pertenecía. Es como crecer y tener que regalar los juguetes... uno siente que parte de la vida se va con cada uno de ellos... posiblemente porque parte de la vida allí se va. No te parece? Así te fuiste vos volando ese día, sin quererlo pero sabiendo que debía dejar de tenerte conmigo. Por la sensación que me quedó creo que te quedó pegada parte mía en algún lado y no me di cuenta. No arde, no duele, no pica pero pesa adentro, como una pelota de acero en el estómago. Y que la calle esté vacía cada domingo por la mañana sugiere algo, el mismo camino, la misma gente que sigue allí adentro hurgando, husmeando, perdiendo mi tiempo. Y yo, con todo este peso que me quedó adentro me convierto en palabra nuevamente para extrañar el tiempo en que sonreíamos juntos. Mi mundo en pendiente, aunque solo, te lleva a cuestas de paseo por la belleza sigilosa de esos domingos tan temprano, te busca por tu casa, te guarda en un recuerdo momentáneo, y juntos pedaleamos hasta saber que es otra más de mis ficciones precisas para no volver a casa con las manos vacías. Al fin vacías. En fin... vacías.