7 de noviembre de 2015

Urbano y Barcelona

Por Diego Karnoubi


Sin el todo hay un mundo agonizando, afiebrado e insomne que transcurre en cada giro orbitando palabras corroídas por la falta de piel, confianza o sentimiento. Congelado desde siempre yo nada puedo hacer ni recordar ni pretender revolcar cada ilusión puesta o esperanza repetida en mi futuro que nunca previno esta falta de voluntad, carente de confianza, de todo carente, de insensible carencia... y no lo dudo.

Alejado de las cosas se vive en compañía de un único destino con presente reservado sólo para lo más puro, un amor eterno, un abrazo calentito, una mirada antes del sueño tibio que nos lleva o sus mundos. Y volviendo a esto que tengo descubrí que hay amor concentrado en sus ojos, aquí al lado y que pide lo que existe y eso es absoluto. La eternidad está en su poder, mi alegría en su presencia, mi destino en el tiempo que duremos unos y otros, unos con otros o para ser más claro, yo con ellos.

Adentro, bien adentro en su mirada yo deambulo en perenne primavera, un atardecer constante, una siesta redentora con sus ojos chiquititos mirando el interior de las cosas. No es cualquier cosa ni pavada lo que digo, es cuestión de descubrirlos tempranito reclamando lo que es suyo desde siempre. Hay cúmulos de palabras que carecen de sentido al decirlas ya que sólo ellos entienden el sentido verdadero del sonido. Y mi voz es solo útil a partir de sus silencios. Y mis pasos irán hacia adelante mientras ellos me guíen en su camino de naturaleza y presente indiscutible, o quien sabe, hasta yo decida detenerme, siempre delante de sus ojos.