29 de octubre de 2014

Y la luz

Por Diego Karnoubi


Ojalá que esté malentendido, ojalá,
que no seas lo que se acurruca sólo en días de frío,
que la carne no valga más que la sonrisa,

pues el dolor no se olvida, nos recuerda que dolemos...

que no sean tus palabras las livianas,
que no vuelen con un viento, que no caigan,
que el injusto no te compre con sus dientes,

que el injusto no se iguale en mi camino ni en tu vientre;

que no olvides el sendero para cuando estés perdida,
que no olvides lo que dije, pues sabrás que no mentía,
y que el día que en mí seques no haya humedad posible;

yo esperé en ese cantero más tiempo del que se espera...

no te olvides que es de noche y aún miro hacia la puerta,
que de pronto me resultes una extraña idea absurda,
que el reloj de mis pasados no te espere entre hojas mustias,

y de tanto tiempo oculto creíste que no existía,

ojalá que no te olvides las sonrisas que inventaba,
ni el esfuerzo peregrino de esconderme bajo tierra
y que cada letra escrita se derrita desalmada,

y que vuelvas al olvido, y que yo vuelva al ocaso,
que se borren las razones de estas letras; de mis pasos,
se oscurezcan los colores, se perdonen los sonidos,
y la luz se muera...
                 y la nada misma...
                            en este instante
                                             quisiera.