10 de noviembre de 2011

Por Diego Karnoubi


Subyacente a la claridad de las palabras, cerca de la historia que nos une y pretende ignorar las preguntas se arrastra, se arrastra el color con el que pintamos el camino, se revuelve en el piso, se revuelca en el estómago aplacando las sonrisas porque si, porque preferimos desentender la libertad de los latidos que preceden nuestras vidas y que seguirán allí mucho después de habernos ido. Declarado culpable de ignorancia me detengo a decidir las palabras que debería haber enunciado... Pero elegí otras y otras fueron las miradas. Consecuente a mi silencio sólo la vida surgiendo entre el desconsuelo de saber que ya nadie es lo mismo. Y cuando todos miren diferente habré aprendido quien soy, lo que nadie quisiera, la inevitable sensación de haber mutado en el desencuentro de su alma.