6 de junio de 2010

Preferir

Jubilé los sueños, unas cuantas mentiras, dos o tres miedos importantes y decidí resignarme a vivir aceptando mi parte incómoda. Retiré del camino la historia inútil, recuerdos de dudosa procedencia, verdades adquiridas a través de los años y de tan poca utilidad como certezas. Volví a escribir tu nombre, lo escribí unas cuantas veces, volví a escribir el de ellos y aprendí a tachar el mío. Dejé pasar las horas, me obligué a llegar tarde. Te nombré después de todo, te llamé y ya no viniste. Esperé como antes lo hacía y también aprendí a esperar de otras maneras pero aún así no supe encontrarte o el tiempo no fue suficiente (o tal vez te encontrarás entre aquellos olvidados). Pasé a retiro la esperanza y sólo espero que no vuelva. Dejé en parte las sonrisas, algo que parece alegría. Dejé lo que no pude quitar también porque está muy pegado y no sale. Y dejé de callar porque el silencio no perdona; entonces preferí tu voz a la mía, el sonido de tu respiración a mi aire, tus pasos por llegar al certero cascabelear del bruxismo exacerbado por las noches. Preferí esperar, ser paciente, olvidarme de casi todo y creer que seré capaz de recordarte cuando ya nadie aquí quede. Y cuando trate de entender el significado de la alegría no habré de arrepentirme si descubro en tu sonrisa la explicación de parte de esa espera.