14 de junio de 2009

Desoñando


Por Diego Karnoubi


En el final de la utopía que hoy se acerca, con el cuerpo derrumbado me siento a esperar lo que nunca tuve, aquello que de tan esquivo parece irreal, ilusorio. Hoy, en este decreto del final de lo imposible descubro el reflejo de mis sueños que creyeron perderse en ignotas miradas que tan poco tienen de mías. Porque en este extraño pasaje de la vida, adonde hay quienes prefieren oscurecer a la luz de la luna, no estoy dispuesto a dejar que me arrastren a lo oscuro de sus almas. Soy, por sobre todas las cosas, el que habrá de encontrar un alma intacta en la debacle de las aspiraciones más ridículas. Seré el abandono de sus desesperanzas, la sonrisa de los desquiciados, el abrazo de quienes ya no tienen más nada que dar. Pretenderé que me veas para que finjas tu rechazo, desfile del orgullo que lastima.

Por cierto, en este final de la última utopía de mi vida te veo de reojo y ya no encuentro más que silencio. Y no es que esté triste, ni extrañado. Sólo pienso en este error de creer que alguna idea, de esas tan raras que cada tanto tengo, pueda ser realizada aunque sea un medio segundo. Es que ya no tengo forma de retener una sola esperanza antes que se estrelle contra lo áspero y real de esta noche. Es que estoy cansado y tengo ganas de callar. Es que sueño más de lo que vivo. Es que no puedo dejar de subir esta escalera. Y aquí está todo tan tranquilo. En el borde de la verdad, a destiempo de cada vida posible; estoy cansado y esperando.