18 de junio de 2009

Demasiada presión


Por Diego Karnoubi

De noche, en el sillón, sentado y esperando. A pesar del consejo decidí abrir la botella de vino; y a pesar también de lo conveniente encendí un cigarro marca calle. Todavía no ceno y no sé si quiero. Por ahora música, solamente; y espero. Pienso en la letra de la canción y me siento protagonista, siempre me sentí identificado con lo que dice. Sólo espero, una estéril forma de esperar. Me sobran palabras absurdas pero me faltan las que debo. Tal vez sea este el destino y aún no me haya dado cuenta; y la historia empieza del mismo modo que termina. Sin certezas voy dando sorbos al vino, pitadas al cigarro, silencios a la espera. De a poco me voy dando cuenta que nada sucede, que las noches sólo traen silencios, que no habrá cena aunque la noche se extienda hasta la madrugada. Y que seguiré esperando porque nací para eso y nadie tendrá más paciencia que yo. Una vida entera destinada a esperar, fabricante de hermosas ilusiones, diferente al resto pero con tantas ganas de parecerme. Entonces, como efecto colateral el vino trae a la temida valentía en soledad. Me imagino declaraciones enteras de todo lo que creo y siento y pienso de forma tan desordenada. Me imagino inciertos futuros en el mismo sillón que me mantiene inmóvil. Imagino su mirada. Imagino felicidad y de pronto me siento feliz. Por algún motivo incierto esa mirada me hace sentir feliz por más imaginada que sea. Algo en la cordura está fallando tal vez, o siempre, pero espero. Y si vuelve su mirada esta noche aquí estaré para encontrarla. Es que aún no entiendo en qué estarán pensando cuando suponen lo que seguramente debería estar pensando. Es sólo una sonrisa. Es solo esa alegría.